Suele coincidir que durante estas fechas «tan señaladas» —chascarrillo casi inevitable— acostumbra a ver la luz algún informe sobre lo malo que son los videojuegos para los niños. En los últimos años la organización no gubernamental Amnistía Internacional, poco antes de que comenzase la campaña navideña de compras, tenía a bien hacer públicas una serie de preocupaciones al respecto, de las que Antena 3 se encargaba de hacer de portavoz, porque este tipo de cosas bien llena un telediario. Era ya casi una tradición navideña. Yo me enteraba no porque viese los telediarios de Antena 3, de verdad que no, sino porque, al rato, solía aparecer en uno de esos foros que con frecuencia frecuento un mensaje de algún forero airado al estilo de «ya estamos otra vez, Antena 3 critica los videojuegos». Y no tardaban en salir adalides del ocio electrónico de debajo de las piedras, dispuestos a dejar a la altura del betún a los informativos del canal tricolor y, por extensión, a la organización autora del informe de marras. Con razón, por supuesto, por meterse donde nadie les llama, por hablar de algo que no entienden ni quieren entender. Bravo, compañeros.
Estas Navidades no ha sido así. No he visto ningún mensaje de esos en el foro, así que presupongo que este año no ha habido informe (porque ya digo que no veo Antena 3). Pero, atención, cuando ya estábamos a punto de dar carpetazo a tanta celebración y empezar por fin las esperadísimas rebajas de enero, hete aquí que aparece Nada es Gratis. Nada es Gratis es «un blog de economía casi siempre en español» sostenido por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada —siempre hay de por medio una asociación, ya es casualidad, oiga— y es quizás uno de los mejores blogs de economía de la blogosfera española. Desde luego, yo personalmente os recomiendo añadirlo a vuestros feeds, apuntarlo en vuestros marcadores o ponerlo de página de inicio, lo que quiera que sea necesario para que al menos le echéis un vistazo a los artículos que allí se publican diariamente. De un tiempo a esta parte, Nada es Gratis lleva dándole vueltas al informe PISA, que evalúa el rendimiento de los alumnos de secundaria en varios países del mundo, incluyendo el que me ha tocado vivir, a la sazón España. Se habló de ello hace tiempo en las noticias, y se comentó el preocupante nivel de los alumnos españoles, pero pronto se añadió como consuelo que, bueno, que tampoco estamos tan mal, y que, mira, que hay países que lo tienen todavía peor. Ante tales razonamientos, yo me quedé mucho más tranquilo, confiado en que la actual juventud española sabrá tirar de las riendas de este país cuando yo ya no pueda hacer más que sobrevivir de los réditos que pueda darme el dinero que he empezado a juntar en mi humilde plan de ahorro. Sí, señor, mucho más tranquilo… ¿Alguien sabe cómo llegar hasta las Islas Caimán?
El tema es que en una de esas vueltas al informe PISA y analizar los datos en él recogidos, Nada es Gratis encontró una correlación entre el nivel de lectura de nuestros muchachos y el hecho de tener consolas en casa. Pero a diferencia de los informes de Amnistía Internacional y el oportunismo inherente a los noticiarios de Antena 3, aquí sí encuentro motivos para preocuparme. Nada es Gratis demuestra, no con anécdotas y sabiduría popular, sino con datos contantes y sonantes, que, efectivamente, los niños que tienen consola dedican menos tiempo a la lectura. No creo que esto haya salido en los telediarios, a fin de cuentas el informe PISA, publicado hace varias semanas, es ya agua pasada, y ahora tenemos problemas mucho más acuciantes que lidiar que la educación de los jóvenes y el futuro del país. Problemas, como por ejemplo, qué sé yo, qué va a pasar con los fumadores que, con la nueva ley antitabaco, han visto coartado su derecho fundamental a fumar en bares y restaurantes. Tranquilos, porque afortunadamente La Gaceta de Intereconomía nos ha regalado una guía de cómo saltarse la ley por la torera. Próximamente, límites de velocidad en la carretera, ¿un atentado contra el espíritu libre del conductor?
Volvamos, pues, a PISA. Por si acaso no fuera bastante amargante comprobar que hacer regalos en Navidad sólo contribuye a minar nuestro estado de bienestar, Nada es Gratis nos descubre que las notas sacadas en lectura por nuestros estudiantes se ven terriblemente afectadas por la posesión de una consola de videojuegos en casa. Estos artilugios también afectan negativamente, aunque todo sea dicho, en menor medida, a los resultados en matemáticas y ciencias. Imagino lo que estará pensando el lector: ¿pero las matemáticas no son ciencias? Separaciones arbitrarias aparte, Nada es Gratis nos pone también en la pista de un estudio ajeno a PISA que viene a confirmar que la correlación consolas-malas notas es, efectivamente, una relación de causa-efecto, y no de un asunto espurio. La causa es evidente: los niños con consola tienden a dedicar menos tiempo a sus actividades de estudio. Nada es Gratis concluye con una advertencia a los padres, advertencia que yo comparto: vigilen el tiempo que sus niños dedican a la consola.
Con los datos sobre la mesa, poco o nada se puede discutir. Ahora se hace difícil lidiar con la idea de que los videojuegos son también cultura, status que alcanzaron oficialmente hace casi dos años. Los videojuegos son un producto nacido de la cultura pop, y como ha ocurrido con otros productos de origen reciente, les ha costado alcanzar el mismo reconocimiento que el otorgado a otras artes como el cómic o el cine. Si son arte o no, bueno, no deja de ser una milonga de la que ya he hablado anteriormente, pero en lo que por fin nos hemos puesto de acuerdo en que son cultura. Sin embargo, lo que PISA deja claro es que jugar al último Call of Duty no va a sustituir a leerse Guerra y Paz, y en ese sentido los videojuegos todavía están lejos de convertirse en válidos instrumentos educativos, de la misma forma que escuchar Caribe Mix no va a mejorar las notas de nuestros hijos (probablemente todo lo contrario).
Pero bueno, algo hay salvable en todo esto, que los videojuegos no vayan a entrar a formar parte (al menos por el momento) de la biblioteca del colegio no significa que tengamos que quemarlos todos en una pira. Así, afortunadamente en España no faltan esfuerzos por reivindicar el videojuego como una forma de cultura tan válida como el ballet clásico. Son algo difíciles de encontrar, así que no busquéis en Meristation o en VidaExtra, porque este tipo de cosas requiere abandonar los medios de masas y bucear un poco en los nichos más reducidos. Y eso que jugar a videojuegos sigue siendo una actividad no muy extendida —todo el mundo se ha leído un libro o ha visto una película, pero no puede decirse lo mismo de un videojuego—, así que os podéis imaginar que estoy hablando de un nicho dentro de un nicho. Sí, son esfuerzos de una poca gente que dedica su tiempo a escribir sobre una afición que le fascina, y en ello, termina por enriquecer a los videojuegos como cultura, y así, hace del mundo un lugar un poquito mejor. No digáis que no.
Por un lado, Mondo Píxel va ya por el tercer volumen recopilando ensayos periodísticos de la más variada naturaleza, todos ellos relacionados con los videojuegos de un modo u otro. El conocido periodista John Tones y compañía se colocan detrás de una máquina de escribir (bueno, probablemente se trate de un ordenador) y se ponen a darle vueltas a algún juego que hayan tenido el placer de jugar, o algún aspecto de la cultura del videojuego que les haya llamado la atención. El resultado suele ser iluminador a poco que a uno le guste el tema de los videojuegos más allá de cuándo va a salir el próximo Pro Evolution Soccer (respuesta: todos los años sale uno). Sin embargo, en este tercer volumen me ha parecido notar un bajón de calidad, y ha habido artículos que he encontrado especialmente infumables. Quizás haya influido el hecho de que suelo leerlo de noche, y a esas horas no tengo el cerebro para reflexiones excesivamente metafísicas. O quizás sea que sencillamente que el nivel es tan alto que me supera. Pero aún guardo un gran recuerdo del primer volumen de Mondo Píxel, que devoré mientras iba y venía en tren de casa al trabajo, y que conservo junto al segundo, de alegre portada dedicada a uno de los mejores juegos de la historia pasada, presente y futura, Katamari Damacy.
En una línea similar, el mes pasado nació la revista bimensual STAR-T Magazine. Osado proyecto, sobre todo cuando el recuerdo de la difunta edición española de la revista Edge sigue todavía fresco —sí, fue constante objeto de críticas, no exentas de razón, pero creo que era un proyecto necesario, y así este blog le hizo un particular seguimiento durante bastantes números—. Para su debut, la revista luce en portada la poligonal faz de Ulala, estrella protagonista de uno de los mejores juegos de la historia pasada, presente y futura, Space Channel 5. Con un toque minimalista de esos que a mí me gustan, STAR-T Magazine no es una revista de videojuegos al uso: sí, sus páginas están llenas de lo que podríamos llamar análisis y reportajes, pero lo que encontraréis en ella es una amalgama de artículos sobre videojuegos de salida reciente y no tan reciente, con Kirby's Adventure (1993) a pocas páginas de Mass Effect 2 (2010), y desde luego lo que no encontraréis son notas ni ninguna otra clase de valoración numérica, toda una declaración de intenciones dentro del periodismo de videojuegos. Por poner una crítica, a veces los autores se dejan liar por su pluma embrollándose con más palabras de la cuenta, y más de un párrafo queda convertido así en todo un galimatías gramático. Más o menos como lo último que acabo de escribir.
En fin, Mondo Píxel y STAR-T Magazine son dos pequeñas iniciativas que intentan poner un poco de orden en este loco mundo de cultura videojueguil. Es de esperar que si todo va bien con el tiempo la cosa siga creciendo, y en el futuro aparezcan más iniciativas de este tipo. Aún me cuesta creer que jugar al Civilization no sea, como mínimo, tan útil ni educativo como leerse un Harry Potter, pero vaya, los datos son los que son. Los videojuegos forman parte de nuestra cultura, y, por tanto, son una extensión de nosotros mismos. Resultan una gran herramienta para poder explicarnos y entendernos.