Galopando por praderas virtuales

¡Ah, los caballos! ¿Quién no ha montado nunca a caballo? Bueno, supongo que la mayoría de nosotros. Pero ahí están los videojuegos para darnos la oportunidad de galopar y galopar. Aunque sea sólo en praderas virtuales, al menos estos cuadrúpedos no huelen mal ni corres el riesgo de romperte la cadera si te caes de su grupa.


En general, los caballos suelen compartir la misma utilidad en todos los videojuegos: ir de A hasta B, pero más rápido. Nos liberan del tedio que suele suponer correr de un lado para otro y proporcionan algo de aire fresco a la mecánica del juego. Algunos videojuegos van más allá y convierten al caballo en algo más que un medio de transporte: en ciertos MMORPG la montura de un jugador es representativa de su status elevado sobre el resto de jugadores, en otros juegos los caballos (o chocobos) permiten llegar a sitios inaccesibles de otra manera.

En el mejor de los casos los juegos cultivan una relación de amistad entre el jugador y su caballo. Es el caso de Zelda: Ocarina of Time, donde Epona sirve de compañía a nuestro héroe Link a lo largo de los solitarios valles de Hyrule. Sin embargo, si nos centramos en el control, Epona no es más que una extensión de Link. En efecto, al subirse a Epona, pasamos de controlar a Link a controlar directamente a su yegua. Allá donde apuntemos, Epona dirigirá sus pasos, de manera un tanto ortopédica, comparado con las animaciones de Link —no olvidemos que estamos hablando de 1998.

Quizás este control me desconcierta un poco porque estoy más acostumbrado a manejar a Agro, el corcel de Shadow of the Colossus. Creo que este es el ejemplo al que deben apuntar los juegos que incluyan monturas en su mecánica. El control de Agro es mucho más natural. Cuando Wanda sube al caballo, el control sigue sobre Wanda, no sobre Agro. Si apuntamos a la derecha, el caballo no se mueve a la derecha, es Wanda quien tira de las riendas para que el caballo gire. Y sólo cuando pulsamos un botón Wanda espolea a Agro para que empiece a cabalgar.

Puede que al principio no resulte intuitivo, pero conforme te vas haciendo al control, te das cuenta que de verdad vas sobre un caballo, sobre un «ser vivo». Un animal obediente, bravo pero también tozudo en ocasiones, que se detendrá antes de que lo lleves al galope hacia el borde de un precipicio. Y es esto lo que consigue crear ese lazo de unión entre el jugador y Agro, mucho más fuerte que el presente en Zelda.

La relación jugador-montura puede dar mucho juego ahora que la tecnología actual es capaz de mover en escenarios inmensos. Es hora ya de que los caballos dejen de estar relegados en los videojuegos a su habitual papel de vehículo animado y se conviertan en algo mucho más vivo.

2 comentarios:

marbu dijo...

yeah! adoro a Agro! ^__^


(...un comentario un poco por la cara, pero... me ha dao el calentón xD y además, la entrada estaba fea sin comentar :P)

Julián dijo...

Gracias por comentar :)

Un saludo.