140 caracteres deberían ser suficientes para cualquier persona



En los últimos comentarios se dejaba notar cierta ansia por nuevo contenido para este blog. Hoy van dos artículos por el precio de uno, así que al menos durante este día no hay motivo para quejarse ;)

Para aquellos que necesiten leer más de mí, mis cuitas personales, mis desviaciones cabalísticas, mis elucubraciones casuísticas... en fin, mis «pensamientos imperfectos de una mente imperfecta», para todos ellos está a su disposición mi twitter, que, bien es verdad, actualizo con más frecuencia que este blog.

Pues eso, disfruten :)

Anuncios, ciencias y crisis

Pues va anunciado con bastante retraso, debo reconocer, pero desde febrero de este año dedico mis horas de trabajo a la investigación y a sacarme el doctorado, lo que ha supuesto toda una mudanza desde el Instituto de Investigaciones Tecnológicas, donde trabajaba, al Departamento de Electrónica y Computación de la Universidad de Santiago de Compostela. Vamos, como se puede ver en la foto, tampoco me he ido muy lejos:


Así que me he convertido en investigador de tomo y lomo, científico que le llaman. Hasta tengo un certificado que así lo atestigua: becado en formación de personal investigador. Aunque no tengo bata ni probeta, tan solo un ordenador y una tarjeta gráfica último modelo a la que exprimirle el mayor jugo posible.

¿Quién sabe si he escogido el mejor momento para unirme al tren de la ciencia? En estos tiempos de crisis por aquí y crisis por allí, el Ministerio de Ciencia e Innovación va a sufrir un importante recorte en sus presupuestos (decían que aún podía ser peor). Ese cuerno de la abundancia del que beben multitud de proyectos de investigación, al son del cual bailan numerosos centros investigadores a lo largo y ancho de la península, el que quita y pone becas y contratos para que los científicos puedan comer lentejas todos los días (¡y cómo comen!), empieza a menguar peligrosamente.

Son los riesgos que conlleva tener un país como éste, donde para muchas empresas las siglas I+D+i equivalen a una ecuación matemática de inescrutable significado (es un decir). El tema es mucho más complejo como para empezar a levantar dedos acusadores tan a la ligera, y en esto es importante tener en cuenta los factores coyunturales que se vienen dando en este país desde aquel «¡que inventen ellos!», e incluso antes.

Una de las coletillas más repetidas en los últimos meses es aquello del «cambio de modelo productivo». Parece obvio que necesitamos dicho cambio, pero no hay ningún político que se haya atrevido hasta ahora a virar el timón en redondo, a abandonar el ladrillo y el turismo como motores de una España, que de no ser por lo que tira Europa, quedaría condenada al ostracismo. Esta crisis representa una oportunidad de cambio, y cuando una inversión amplia y creciente en ciencia, una apuesta segura de futuro, es quizás más necesaria que nunca, nos dicen que debemos apretarnos el cinturón.

Por eso, en solidaridad con mis compañeros investigadores y científicos, doctorandos y doctorados, me sumo a la campaña «La ciencia en España no necesita tijeras», iniciativa a la que se han unido más de 700 blogs en tan solo cuatro días. Dedico así este humilde rincón de internet a concienciar a los lectores que se pasen por aquí del tijeretazo científico que vamos a sufrir todos. También estoy en ello, hay que reconocerlo, por la cuenta que me trae.


Y, convertido en precario gallego, unido a la causa, resulta difícil imaginar un buen futuro para la ciencia en Galicia tras la lamentable reducción de becas y contratos para tecnólogos y científicos anunciadas por el gobierno regional para este año. La tendencia en brutal descenso ya iniciada el año pasado no promete nada bueno para aquellos que ahora se encuentren a mitad de su carrera científica.


Para terminar, como cada vez que se habla de crisis y ciencia parece obligado citar a Einstein, cierro el artículo con dos conocidos párrafos suyos que los gobiernos del mundo deberían tomar, al menos, un poquito en serio.
«No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'.

Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.»

Cuentos de un futuro pasado

El próximo 15 de julio saldrá a la venta para descarga digital The Secret of Monkey Island: Special Edition, remake de The Secret of Monkey Island. Contará con un rediseño gráfico de la cabeza a los pies, una interfaz mejorada y voces en inglés. Por lo demás, el juego será exactamente igual al original, y para dar fe de ello los desarrolladores han habilitado la posibilidad de cambiar al modo gráfico original en cualquier momento. Como muestra, os dejo las capturas que acompañan a este artículo y os remito a un vídeo con nueve minutos de juego, donde se puede observar la elegante transición entre modos gráficos.


Personalmente me llama mucho esta reedición, y es posible que la compre si no el día de salida, quizás algo más tarde —lo bueno de las descargas digitales es que no desaparecen de las estanterías tan rápidamente—. Tras ver numerosas capturas y varios vídeos, ha terminado por agradarme el nuevo estilo gráfico, heredero, al igual que los últimos capítulos de la saga, del genial Monkey Island 3, así como la simplificación de la interfaz al abandonar —u ocultar— los verbos de acción en la parte inferior de la pantalla que, en mi opinión, deberían quedarse como un vestigio histórico abominable que espero que nadie vuelva a retomar jamás —salvo idea brillante—, frente a la sencillez de acciones sensibles al contexto, un botón del ratón para interactuar y otro para observar .

Por supuesto, no han tardado en salir las críticas, justificadas o no, sobre este remake. La mayor parte de ellas las he oído de puristas de la saga, de aquellos que han elevado la obra de Ron Gilbert a un altar —merecido o no, quede a juicio de cada uno—. En parte, era esperable una reacción adversa a tanto cambio. Me ha llamado la atención que muchas críticas se han centrado en el rediseño del protagonista, Guybrush Threepwood, comprensible por cuanto representa una parte de nosotros mismos en el propio juego. Puede que alguno se sienta como si le hubiesen redibujado su conciencia, y le resulte difícil empatizar con este nuevo Guybrush.


No les falta algo de razón: el nuevo rediseño gráfico rellena demasiados detalles que la pobre resolución del pixelado original dejaban a la imaginación. Alguno puede sentir que han violado su propia interpretación —vivencia, si se quiere— del juego, y como si de un plumazo la hubieran borrado de su memoria. Casi todo el espacio que había para soñar qué había detrás de los pocos píxeles que representaban al "inocente" Guybrush es el precio a pagar en la nueva edición. Por fortuna, no todo está perdido, pues el aspecto caricaturesco del juego aún deja un pequeño hueco que rellenar con nuestro propio yo.

Me pasa un poco lo mismo con Trine, un plataformero de reciente lanzamiento con ciertas dosis de resolución de puzles y gráficos de última generación. Es un juego que me resulta incómodo, confuso, sobre todo teniendo en cuenta que, aunque la cámara y la tecnología es 3D, su desarrollo es completamente bidimensional, y no es posible ordenar a los personajes explorar la profundidad de los escenarios tan ricamente detallados. Algunos han comparado la mecánica de este juego con la del clásico The Lost Vikings, y razón no les falta.


La sensación producida por Trine es de realidad encorsetada, de algo que «no es real pero casi». Quién sabe si en esto anda metido ese valle tan inquietante por el que los videojuegos de hoy en día empiezan a pasearse. En todo caso, los pequeños glitches del juego acaban por despistarme, y cuando el juego contiene un sistema de iluminación dinámica, una representación de materiales y una física tan realista, ya no soy tan permisivo como podría serlo cuando el forzudo Baleog apoya su pierna en el aire como si fuera tierra firme en el "primitivo" The Lost Vikings (véase captura superior).

A lo mejor es cuestión de acostumbrarse, o quizás sea que me estoy haciendo demasiado mayor para los videojuegos de hoy en día. Las nuevas generaciones están acostumbradas a representaciones más realistas, a una simbología alejada del pixelado que poblaba los ordenadores y consolas de los 80 y 90, la época en la que crecí como jugador. Por eso The Secret of Monkey Island: Special Edition es una gran oportunidad para que estas generaciones puedan disfrutar de la considerada de forma casi unánime como una de las mejores aventuras gráficas de todos los tiempos. A diferencia de los gráficos y de la tecnología, las historias de piratas envejecen mucho mejor.

Despotricando contra Broken Sword 2.5

Acabo de pasarme el Broken Sword 2.5, juego que esperaba con bastante ilusión y que, al final, ha supuesto para mí un jarro de agua gélida. Se trata de un proyecto hecho por aficionados de la saga Broken Sword de todo el mundo. Originalmente pretendía revivir la experiencia de los dos primeros capítulos, reconocibles por su estética de dibujos animados, seria y cargada de detalles, y el clásico control apunta y haz clic de las aventuras gráficas (point-and-click le dicen allende estos mares).

Broken Sword 2.5 intenta ser un tributo a Revolution Software y a su buen hacer en el desarrollo de una de las sagas que, a su manera, tienen su puesto asegurado en el Olimpo de las aventuras gráficas. Se presenta como el capítulo perdido antes de que Charles Cecil y su equipo se adentrasen en las pantanosas tierras de las aventuras 3D —cuando, según vox populi, nada volvió a ser lo mismo.


Pero todas estas buenas intenciones han quedado empañadas por una lamentable ejecución, que hace de Broken Sword 2.5 un pobre homenaje. Aunque es loable todo el esfuerzo puesto en coordinar a aficionados a lo ancho del globo para sacar adelante un juego, es una pena que el producto final no sólo no esté a la altura del clásico de las conspiraciones templarias, sino que además resulte del todo mediocre.

Sospecho que, al igual que en muchos proyectos iniciados por aficionados (y es la razón por la que la gran mayoría nunca llega a materializarse), se les fue de las manos. Intentaron hacer algo demasiado grande de acuerdo a sus posibilidades, y al final no quedó más remedio que hacer recortes. Estoy especulando, así que no me hagáis mucho caso, pero eso explicaría por qué el juego es una rápida sucesión de escenarios, personajes y situaciones, poco aprovechados para el trabajo que conlleva diseñar y construir cada uno de ellos. Broken Sword 2.5 se parece a una demo técnica demasiado larga, llena de posibilidades que no terminan de cuajar.


Lo más sangrante es el diseño de los puzles, el pilar básico de toda aventura gráfica. Los hay más o menos ingeniosos, ninguno especialmente sorprendente. Sin embargo, los que acaban dejando huella son los verdaderamente absurdos. Los peores momentos del juego ocurren cuando el jugador se queda sin objetivos, por lo que sólo queda probar cosas hasta dar con el disparador que activa la siguiente secuencia de la aventura (por ejemplo, sentarse en una silla).

En ocasiones el juego planta obstáculos delante del jugador casi a mala idea; muchos de ellos serían fácilmente salvables en la vida real, pero el juego requiere aplicar la solución ingeniosa que tuvo el diseñador. El ensayo y error es casi una constante en el juego, que se salva de convertirse en frustración absoluta gracias al truco de pulsar la barra espaciadora, que muestra los puntos calientes del escenario —no es un «pixel hunt», al menos.


Para rematar la faena, el guión no es especialmente bueno, aunque debo reconocer que los diálogos son en general bastante correctos y más de uno ha conseguido recordarme, con cierta nostalgia, la sutil ironía con la que el protagonista de los capítulos originales hilvanaba sus meditaciones. Se ha realizado también un importante esfuerzo de doblaje, que, aunque en alemán —al fin y al cabo el proyecto se ha desarrollado en su mayor parte en tierras del kaiser—, creo que no desmerece dentro del panorama de doblajes para los juegos publicados en nuestro país.

Por último, de los vídeos 3D que se intercalan de vez en cuando no voy a contar mucho. En el mejor de los casos sobraban, y en el peor terminan por empobrecer el producto y hubiera sido mejor directamente prescindir de ellos.


En fin, salvo que os dé un ataque exagerado de nostalgia o que os pique demasiado la curiosidad, no os aconsejo haceros con este título. En tal caso, parece mejor alternativa el remake (o «montaje del director») del primer capítulo en Nintendo DS y Wii que acaba de salir hace poco. Apunta buenas maneras, añade nuevas escenas al original —aunque han hecho una extraña amalgama al superponer sobre el estilo gráfico original del juego los diseños de Dave Gibbons— y puede ser una buena oportunidad de revisitar o conocer por primera vez este clásico. Lástima del problema con las voces, pero a pesar de eso igual hasta le doy un tiento.

Wiimmick

En el lenguaje mercadotécnico, un gimmick es una característica única o especial que hace que algo destaque entre sus competidores. Normalmente esa característica tiene poco valor o no suele servir para nada. Por tanto, un gimmick está presente en un producto sólo por el hecho de ser especial, pero no particularmente útil.

No se me ocurre ninguna palabra equivalente en español, pero creo que con la definición que he sacado de la Wikipedia es posible hacerse a una idea de qué estoy hablando. Los gimmicks suelen venderse como características novedosas, pero realmente apenas aportan valor al producto. En la vida real hay ejemplos de gimmicks a patadas, aunque su consideración como tal depende muchas veces del valor subjetivo que cada usuario conceda a la característica particular.


Lamentablemente, los poseedores de Wii no tenemos que irnos muy lejos para encontrarnos con gimmicks. Es cierto que la peculiaridad de su mando, capaz de capturar los movimientos del usuario, propone un sistema de control radicalmente diferente a prácticamente cuanto se había hecho hasta ahora en entretenimiento electrodoméstico. Quizás sea la novedad del control la que está provocando que muchos desarrolladores implementen esta tecnología como a regañadientes, como si todo juego de Wii tuviese que usar por fuerza la captura de movimientos, aunque no se tenga muy claro cómo aprovecharla.

El resultado es la aparición de juegos donde el esquema clásico de control botón-acción (pulsas un botón y ocurre algo) se traduce directamente a movimiento-acción (mueves el mando y ocurre algo). Entiendo que existe cierta presión a la hora de sacar un juego en Wii para que utilice de alguna manera las posibilidades del mando, porque, bueno, para eso están. Pero cuando la excusa de «producir más inmersión» se utiliza para justificar que el jugador agite el mando, al final el control acaba transformándose en un obstáculo —más aún cuando la precisión del mando está lejos de ser la ideal.


Últimamente estoy jugando a Disaster: Day of Crisis. Básicamente se trata de un juego de acción ambientado en una ciudad asolada por una cadena de catástrofes naturales. Disaster se vende como uno de los juegos que mejor aprovechan la captura de movimientos que ofrece el mando de Wii. Así, multitud de acciones se activan moviendo el mando de cierta manera en determinados momentos. Por ejemplo, curar heridas, romper objetos, ... y abrir puertas.

Para abrir una puerta, colocamos a nuestro personaje delante de la puerta. Entonces, en pantalla se nos indica que debemos girar el mando para abrirla, como si sujetásemos el pomo de la puerta. Giramos y ¡clic!, nuestro héroe abre la puerta y entra en la habitación.

¿Qué diferencia habría si en vez de girar el mando, el juego nos pidiese pulsar un botón? Ninguna, la puerta se abriría de la misma manera. ¿Qué aporta girar el mando? Nada. Estamos ante un gimmick.

No quiero decir que Disaster esté plagado de gimmicks, pero abrir la puerta girando el mando es un ejemplo evidente. El control por movimiento no aporta ningún significado a la acción de abrir una puerta, e imagino que sencillamente está ahí porque (a) se puede hacer así en Wii y (b) es más «inmersivo» o natural. A la larga, verse obligado a abrir todas las puertas girando el mando, cuando era perfectamente posible implementar esta acción pulsando un botón, se transforma en algo tedioso, en un obstáculo dentro del ritmo de juego. Afortunadamente para los jugadores, Monolith tuvo a bien no convertir Disaster: Day of Crisis en una sucesión de puertas cerradas.

Recientemente, me he enterado a través de IGN de Winter, un proyecto del estudio desarrollador n-Space, una suerte de juego de terror cuyo futuro está en el aire a falta de encontrar un distribuidor que lo apoye en firme. Las razones están explicadas en la extensa entrevista, acompañada de capturas e incluso un vídeo del juego en fase de producción. Pocas veces este tipo de cosas salen a la luz pública, así que, por favor, sed clementes antes de juzgar la calidad del título.


Personalmente, lo que más me ha llamado la atención de la entrevista es la voluntad de los desarrolladores por aprovechar las posibilidades del mando de Wii dotándolas de verdadero significado dentro del juego. Se nota cierta madurez a la hora de aproximarse al sistema de control de la consola de Nintendo que echo en falta en otros títulos —ojo, no creo que se pueda culpar a Monolith por haber sido una de las pioneras en intentar sacar partido al mando de Wii.

Como muestra de lo que digo sirva el siguiente comentario de Ted Newman, director creativo de n-Space:

Para todas las interacciones, el mando de Wii y el nunchuck se convierten en extensiones de las manos de los jugadores. Para abrir una puerta, el jugador apunta a la manilla con el mando, presiona los botones A y B [NdT: delante y detrás del mando, respectivamente] y tira de ella. Si me preocupa lo que puede haber detrás de la puerta, puedo tirar lentamente para echar antes un vistazo.
De nuevo, de forma similar a Disaster: Day of Crisis, se utiliza el esquema movimiento-acción para abrir una puerta. Sin embargo, este esquema en Winter contiene más significado: plantea al jugador una decisión significativa, esto es, abrir la puerta más rápido o más despacio. Enriquece de forma sencilla y natural la experiencia de juego al tiempo que sirve para generar la tensión necesaria que el jugador busca en este tipo de juegos. ¡Es brillante!

Creo que éste es el camino que se debe tomar cuando se trata de dar sentido al control de Wii. Resulta notable que sea un estudio ajeno a Nintendo quien venga a dar ejemplo de cómo aprovechar el mando para crear nuevas e interesantes mecánicas de juego. Desde el año pasado muchos estudios de desarrollo se están volcando a Wii, y sería buena idea que tomasen nota del buen hacer de n-Space en este sentido.